Irene y Pablo viven en una casa campesina en el altiplano. Pablo es mayor que su mujer, para quien la alegría es la forma más alta de la vida, así los dos encaren una pérdida terrible que acabó con Gabriel, el único hijo de Pablo. Irene convence a Pablo de viajar a la costa, a una ciudad dejada de la mano de la humanidad y adormecida en los vaivenes del extractivismo petrolero que la ha convertido en una ruina artificial. Irene sabe que el amor no puede todo, pero que hay que enterrar a los muertos. En su duelo, Pablo sucumbe a la ebriedad y su pelo blanco se ondea mecido por el viento. A Irene la sostiene la fuerza de su amor sin condiciones hacia quien ya no quiere nada. Los dos personajes recorren su extraño camino hacia una liberación del sufrimiento a través del amor y la renuncia.
En la segunda novela de Andrea Mejía, las recurrencias de su prosa vuelven a sorprendernos, y a dejarnos con la sensación de que es una escritora que ha sabido, como pocas, observar la correspondencia entre nuestras emociones y la naturaleza. Poética, espléndida, Antes de que el mar cierre los caminos, consigue persuadirnos de que el lenguaje es el verdadero creador de lo divino.