Sobre las tablas tres hombres: un narciso, un conservador, un tibio. Irrumpe en escena una pintura moderna, provocativa, indescifrable y cara. Así es ella, igual de blanca que las gélidas rubias de Chandler a las que nadie puede acercarse demasiado porque se encuentran lejos, siempre distantes, sumidas en la lectura de La tierra baldía u otra obra semejante. Por supuesto, la lógica tribal que rige la amistad del cerrado grupo de observadores convertirá la nueva pieza en el enemigo perfecto.
El diálogo se enredará entonces como una espiral para remover las aguas límpidas de una amistad que pronto se enturbia con los rencores, miedos y ansiedades que van aflorando a la superficie. De este modo, mucho más que cuestionar el mercado o sopesar cómo se adquiere el gusto, Arte trata sobre todo aquello que no nombra directamente. Y me recuerda que hablar de pintura es la forma más rápida de conocer a la gente y que el arte es el detector de mentiras más eficaz.