Alguien da la luz dentro de mí, cuando miro a mi madre. Cómo llena el vaso en la cocina. El agua
parece más clara de lo normal cuando es ella quien me la ofrece. Mientras charlamos coloca los platos,
atiende el teléfono, aparta de la vitrocerámica la cafetera. Estuve en esos brazos hace más de tres décadas,
pero no lo recuerdo. Es el único momento más importante de mi vida que no recordaré nunca.
Al menos no como una fotografía, igual que se recuerda un beso. Esta mañana disimulo mis ganas de
arrojarme a ellos. Intento ser un hombre; aunque el miedo no haya disminuido, ni la necesidad de ser
cuidado. Mamá, quisiera decirle, hace tantos años que vivo cayéndome de tus brazos.