¿Qué clase de animal es el capitalismo y cuál es su dieta para mantenerse con vida? Si respondemos esta pregunta, dice Nancy Fraser, entenderemos de verdad la crisis de nuestro tiempo y descubriremos el modo de matar de hambre a la bestia. Para eso, no nos alcanzan los modelos teóricos heredados del marxismo, que tienden a concebir el capitalismo como un sistema económico basado en la explotación de la fuerza de trabajo y en la producción con fines de lucro, bajo las leyes del mercado y de la propiedad privada. Esa visión oficial hoy resulta estrecha y, sobre todo, engañosa. En este análisis deslumbrante, Nancy Fraser desarrolla una teoría del capitalismo modelo siglo XXI. Así, paso a paso, presenta una noción ampliada del capital como forma de sociedad y revela los ingredientes extraeconómicos que, lejos de ser marginales, son su condición de posibilidad. Para expandirse, el sistema canibaliza zonas enteras que no están mercantilizadas y que por eso quedan fuera del cuadro. Hay que traer a un primer plano esas moradas ocultas de las que el capitalismo se alimenta y examinarlas a fondo: riqueza expropiada a la naturaleza (aire respirable, tierras cultivables, agua potable) y a los pueblos sometidos y racializados de las periferias; múltiples formas de cuidado, subvaluadas (cuando no negadas por completo) y en general a cargo de mujeres; bienes y poderes públicos, que proveen infraestructura material y jurídica que el capital necesita para funcionar y a la vez socava todo lo posible; la energía y la creatividad de los trabajadores. Si bien no se consignan en los balances de las empresas, estas formas de riqueza constituyen precondiciones esenciales para las utilidades y las ganancias. Estos soportes vitales de la acumulación son constitutivos del orden capitalista y el foco de conflictos hasta ahora aislados