El narrador de esta historia no guarda memoria del asesinato de su padre ocurrida cuando él tenía apenas un año y medio. Tampoco asistió con sus ojos al exterminio de miles de simpatizantes y activistas de la Unión Patriótica en los años 80 y 90. Un día, sin embargo, su director de tesis le revela algo que lo obliga a enfrentarse con los fantasmas de un pasado personal y colectivo. Le da detalles del crimen de su padre que lo obsesionan y lo llevan al dilema hamletiano entre la representación y la venganza (o ambas). Cuando el narrador se entera de que el asesino de su padre está vivo y de que hay pistas fiables sobre su paradero, esta duda se vuelve más real que nunca. La ruta que emprende, de Bogotá a Madrid, es en realidad una doble búsqueda: la de su propio consuelo y la de asumir la voz de una generación que no tuvo la experiencia directa de esos hechos, pero que sigue viviendo en carne propia sus consecuencias y por lo tanto debe decidir entre un nuevo intento de paz o el ciego empeño en la violencia.