Aquí yacen dragones. Ya lo advierten
los mapas desde antiguo:
No traspases la línea divisoria.
Más allá, la penumbra impenetrable
hallarás si te asomas.
Da la vuelta.
Apresura tu paso, proa al este,
los remeros dispuestos y en su sitio.
Y no vuelvas
el rostro hacia poniente, ni procures
escuchar dulces cantos de sirenas.
Y recuerda:
la razón, la prudencia, el amor propio.
Pon tu proa, diligente, hacia la aurora,
hacia el sol que ya asoma en el oriente.
No detengas tu barca, no te vuelvas
a contemplar el rastro de las olas.
Navega, olvida, corazón desamparado.
Dragones.