Hirschman, uno de los grandes pensadores políticos del siglo pasado, se comprometió en persona con las luchas colectivas a la temprana edad de diecisiete años, cuando escapó de Berlín por la persecución nazi, y se dedicó a combatir el fascismo por toda Europa: intervino en la guerra civil española como miembro de la famosa columna Ascaso; en Trieste formó parte de la resistencia italiana, y en el París ocupado integró una célula secreta gracias a la cual decenas de intelectuales y artistas judíos entre ellos Hannah Arendt o Max Ernst salvaron sus vidas y pudieron huir a Estados Unidos.
Esa experiencia personal dio forma también a la obra que el lector tiene hoy entre sus manos, en la que Hirschman nos enseña que, si bien no hay manera de escapar a la decepción, esta nunca es definitiva: por frágil que parezca, y por mucho que el consumo privado nos absorba por momentos, el deseo de exponerse, de participar en público es inextinguible. Pocos libros escritos a finales del siglo XX tienen tanta relevancia para comprender nuestra actual esfera pública atravesada por internet, esa mezcla caprichosa de lo privado y lo colectivo, tan frondosa como volátil.