Con su Pittura Metafísica, el pintor italiano nacido en Grecia Giorgio de Chirico (1888-1978) ejerció una notable influencia en la vanguardia europea de entreguerras, y fue aclamado por artistas de la talla de Pablo Picasso y Paul Éluard.
La Pittura Metafísica del artista situaba figuras con aspecto de maniquíes o estatuas en espacios con perspectiva de punto único, como plazas de una ciudad, soportales que van disminuyendo de tamaño, paredes lejanas o interiores claustrofóbicos. Las perspectivas angulosas, las sombras impresionantes, los planos geométricos y los vacíos en el espacio conformaban composiciones dramáticas en las que se escondía una sensación de ansiedad y soledad. Las pinturas buscaban inquietar, que el observador se replanteara la realidad y buscara bajo las apariencias recuerdos esquivos y percepciones inesperadas. Mientras que los surrealistas afines a Breton recurrían a las teorías del inconsciente de Freud, De Chirico se sentía fascinado por Nietzsche.
Esta rigurosa introducción al artista explora las inquietantes sombras y siniestros rincones de la Pittura Metafísica del pintor así como su posterior progresión a un estilo más clásico, un cambio muy criticado por los surrealistas que tanto admiraron sus primeras obras.