Para vivir al estilo Zen no hace falta retirarse del mundo ni emprender un complejo aprendizaje. Hábitos tan sencillos como dejar los zapatos bien alineados cada vez que te los quitas, unir las manos cuando te embarca la ira o la inquietud, crear un pequeño jardín en el balcón u ordenar el escritorio al concluir la jornada provocan grandes cambios en la mente y el corazón.