¡Deja a los muertos tranquilos que ellos tampoco se acuerdan!?, le dice su madre al buey. Pero él cree que se acuerdan. Y si no se acuerdan, mientras que él los recuerde no van a quedarse muertos.
El buey descalzo es un hombre que recuerda a los muertos de su pueblo para que nadie se olvide de la peste que se los llevó del mundo. Su memoria es tan grande como su cuerpo: no en vano le dicen el buey. Un buey que está condenado a narrar la historia de sus fantasmas; de aquellos que lo acompañan como si estuvieran vivos, porque los muertos, como el buey, no olvidan.
Narrada como un monólogo, la historia del buey es también la historia de una familia, que acaso podría ser la historia de un país que sobrevive a pesar de la guerra.
Una proeza formal con la que Chaparro Valderrama le permite al lector sumergirse en la conciencia del buey y, quizás, establecer paralelos entre los delirios de la realidad y las ilusiones de la ficción.