La arquitectura tradicional japonesa, cuya venerada materia prima es la madera, goza del mayor de los prestigios por la delicada finura de sus construcciones. Sin duda, algunos de los edificios de madera más hermosos del mundo se encuentran en Japón: el sublime gran santuario de Ise, reconstruido ritualmente cada veinte años desde hace un milenio; la pagoda cinco pisos y el pabellón principal del templo Horyu-ji, en Nara, que contemplan el devenir de la historia desde finales del siglo vii; o la refinada villa imperial de Katsura, cuyo sofisticado diseño impresionó y fascinó a célebres arquitectos como Bruno Taut, Le Corbusier o Frank Lloyd Wright.
Durante más de un milenio, los maestros carpinteros japoneses han desarrollado excepcionales conocimientos sobre la madera fruto de la práctica diaria, de un denodado espíritu de perfeccionamiento y de la búsqueda constante de mejoras. Este tesoro cultural milenario condensado en un inigualable caudal de erudición sobre maderas, herramientas y técnicas constructivas obtuvo recientemente el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial.