Una divertida mirada a las relaciones entre escritores y pintores
En París, el Puente de las Artes es una estructura peatonal sobre el río Sena que conecta el Museo del Louvre con el Instituto de Francia. Recibe su nombre de cuando el Louvre se llamaba aún Palacio de las Artes. Tomando a ese monumento como punto de partida, la ilustradora e historietista Catherine Meurisse, tiende otra pasarela entre pintores y escritores en el álbum Le pont des arts (Impedimenta) a través de nueve pequeñas historias de amistades entre creadores procedentes de ambas orillas del arte. Pintores como Delacroix, Cézanne o Picasso; escritores como Baudelaire, Proust o George Sand. El resultado es un cómic fresco y estimulante, astuto y divertido. Deliciosamente original.
Le pont des arts se lee con una sonrisa cómplice a medida que el lector descubre a esos grandes nombres del panteón artístico y literario convertidos en pequeños personajes dibujados, con sus rostros caricaturizados y sus cuerpos, como de goma, moviéndose nerviosamente por las viñetas que con infinita gracia y dulzura dibuja Meurisse. Entrando y saliendo de los cuadros que ellos mismos comentan, porque estas páginas se prestan a un jugoso reto, el de redibujar y reinterpretar en un cómic algunas obras maestras de la pintura. Y así, Meurisse tiende otro puente entre las artes, uno que conecta la literatura y la pintura con un arte más joven aún, el de la historieta.
A partir de jugosas anécdotas, hilvanadas con soltura, Meurisse introduce sus reflexiones sobre el arte y los artistas. El resultado es un libro de cómic que mezcla la biografía, humor y ensayo. Porque ante todo, Le pont des arts es una personalísima revisión a algunos de los (presuntos) momentos estelares de la historia del arte. Un exaltado Delacroix criticando las pinturas de Ingres, Baudelaire haciendo de guía por el Louvre ante telas de Millet o de Manet, y Zola defendiendo la personalidad artística de Monet cuando nació el movimiento impresionista. Una lectura apta para todo tipo de lector pero que disfrutará (aún más) quien tenga un mínimo conocimiento de los autores de los que aquí se habla.
Divertida, cultivada y con un punto insolente. Toda la obra de Catherine Meurisse contiene una mezcla de estos tres rasgos en mayor o menor medida. Es divertida y eso lo traslada a sus dibujos y a sus guiones. Es cultivada y eso le permite abordar cuestiones artísticas y literarias con naturalidad y sin pedantería, porque el humor se encarga de rebajar toda solemnidad. En cuanto a la insolencia, es su manera de romper con las normas establecidas, algo que aprendió trabajando durante años en la revista satírica Charlie Hebdo.