Esta novela breve, tan violenta como lírica, cuenta una infancia parecida a la del propio autor con una profundidad de observación y una precisión en el análisis magistrales. El protagonista de la historia crece, como diría Zola, uno de los defensores de Jules Vallès, «con la sorda rebeldía del niño oprimido por la educación y la enseñanza», pero nos hace sonreír tanto como nos conmueve. Se trata, pues, de una novela sobre la infancia en tiempos duros para la infancia. Crueldad y ternura, sensibilidad y dureza. Colegios, internados, profesores y padres despóticos en la Francia del XIX, tras la Revolución. Y el anhelo de ésta, de la libertad con mayúsculas, tras tanta represión.
El testamento de un bromista es el primer antecedente de la conocida trilogía autobiográfica en la que Vallès, que fundó varios periódicos po¬líticos y participó activamente en la Comuna de París, radiografió su época. Michel Tournier escribió: «Uno es vallesiano por el mismo motivo que es stendhaliano: por amor al hombre, al hombre de bien, antes incluso que por la admiración que nos despiertan sus escritos».