En la Confitería del Gas y otros cuentos
Este volumen reúne tres historias: En la Confitería del Gas, El Té de Dios y En el café. En ellas veremos cómo un consagrado escritor es arrollado por una epifanía incontestable, sabremos de la existencia de un improbable evento cósmico y de sus aún más improbables invitados, y, finalmente, asistiremos a una competencia espontánea de papiroflexia que desafía toda lógica, menos claro está la de un magnífico César Aira.
César Aira Nació en la ciudad argentina de Coronel Pringles el 23 de febrero de 1949. Para los no iniciados en su literatura ingeniosa, de mecanismos surreales e imposible de encasillar, baste mencionar que es autor de un centenar de obras de ficción y no ficción en donde predominan las novelas cortas. Traducido a múltiples idiomas y publicado en español por una veintena de reconocidas editoriales entre las que se cuentan Penguin Random House, Anagrama, Blatt & Ríos, Brevedad y Ediciones Era, Aira ha sido merecedor de los premios Fomentor de las Letras (2021) y Roger Caillois (2014). Es también un consumado traductor, profesor universitario y editor.
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EXTRACTOS EN LA CONFITERÍA DEL GAS Y OTROS CUENTOS
Resumida a su expresión mínima, la idea fue la siguiente: el joven que quiere ser escritor lo quiere por haber leído, y generalmente cuando ha leído lo ha hecho en exceso, con el generoso entusiasmo del niño, está lleno de Literatura, y es eso lo que pondrá en lo que escribe. Pero eso no es poca cosa: es Literatura. No la experiencia de la vida, que no la tiene por el simple hecho de que todavía no ha vivido. En todo caso la tendría si fuera pobre, pero el joven lector nunca es de familia realmente pobre. En ese momento mágico, todo Literatura y nada de experiencia, es cuando se produce el milagro de la obra maestra nueva, el mito glorioso de lo Nuevo.
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Por una vieja e inmutable tradición del universo, Dios festeja Su cumpleaños con un suntuoso y bien provisto Té al que acuden como únicos invitados los monos. Nadie sabe, ni podría saberlo en esas regiones intemporales, cuándo nació esta costumbre, pero se ha vuelto una efeméride en el gran año del Todo, se la espera como a una fatalidad, parece que no va a llegar nunca, pero llega, puntual, y el Té tiene lugar. Se dice, y es bastante verosímil, que originalmente su razón fue negativa: no se habría tratado tanto de invitar a los monos en tanto monos, sino de no invitar a los hombres.
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Una niñita graciosa de tres o cuatro años correteaba entre las mesas, se reía, jugaba sola, se escondía de su madre, que charlaba con una amiga, respondía con sonrisas y nuevas carreras a los saludos de los parroquianos. Una pareja mayor la llamó, ella fue, el señor había hecho un barquito con una servilleta de papel y se lo regaló. Ella corrió a mostrárselo a su mamá, que lo admiró y le preguntó si le había dicho gracias al señor tan amable. La niñita corrió a hacerlo, y jugó con el barquito, muy precario dada la delgadez del papel, y pronto se le deshizo en las manos. Pero para entonces ya otro señor en otra mesa, éste solitario (estaba leyendo la sección de fútbol del Clarín) la había llamado y le entregó un avioncito también hecho con una servilleta de papel.
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Una tarde de domingo, en la Confitería del Gas, la orquesta de señoritas desgranaba desde el palco melodías tristes sobre un público en general de mediana edad, de sostenida conversación. Señoras de sombrero, caballeros de levita, copetines, visillos. El bronce dorado de las arañas producía chispazos en los espejos que se sucedían entre columnas. Algunos curiosos miraban por las ventanas, tratando vanamente de identificar al dueño del primer De Dion Bouton que circulaba en Buenos Aires, estacionado entre los landós y custodiado por un chofer con aires de importancia. No lo habrían ubicado porque al entrar se había quitado el capote, la gorra y las antiparras, que descansaban sobre una silla mientras él lucía un impecable traje claro y un fino bigote de conquistador.
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