Gilly Hopkins tiene once años. Desde muy pequeña ha vivido con diferentes familias, ya que su madre nunca se ha ocupado de ella. Debido a su carácter rebelde, todos los intentos de adopción han fracasado. Cuando llega a casa de la señora Trotter, mujer sencilla y cordial, la niña la rechaza, pero poco a poco, a fuerza de cariño y comprensión, Gilly comienza a querer a su nueva familia.