Hace mucho tiempo, cuando era niño, el protagonista de esta historia tenía pájaros: jilgueros, palomas, polluelos de perdices y de cernícalos, una urraca en el patio y un búho que le regalaron los pastores. Pero él quería tener una cigüeña. Con los pastores transhumantes llegó aquel invierno a los campos de Calatrava una niña. No tardaron en llegar también las cigüeñas. Esa niña le fascinaba más que todos sus pájaros. Ella era libre, huraña, a veces fea y otras, hermosa. Su amistad transformó la forma de ver su mundo. Los pájaros, los campos y aquella niña ya nunca serían lo mismo en su memoria.