Ocho potentes relatos sobre personajes confrontados con lo desconocido y con sus propios miedos.
En uno de los cuentos reunidos en este volumen, la protagonista explica su encuentro con un albatros, ese pájaro solitario y de vuelo majestuoso al que Baudelaire dedicó un poema. Ella y su padre se topan con lo que llaman «albatros perdidos» o «albatros divagantes», aves que, debido al sobreesfuerzo por la falta de viento, enloquecen, se desorientan y acaban llegando a lugares muy alejados de su hábitat natural. Los protagonistas de estos ocho relatos son cada uno a su manera «divagantes». Algún acontecimiento inesperado ha quebrado las rutinas de sus vidas, los ha obligado a salir de su espacio habitual y a moverse por extraños territorios. Por ejemplo, la chica que un día conoce en un hospital a un tío proscrito durante años en su familia por algo que nadie quiere decir; el actor frustrado que inicia, sin darse cuenta, una vida distinta en la casa de un antiguo compañero de carrera a quien le han ido mejor las cosas; la mujer que vive con sus hijos en un mundo agonizante en donde conviene más estar dormido que despierto, o el narrador del magnífico cuento «La puerta rosada», quien descubre la solución para su insatisfactoria vida familiar en una callecita solitaria. Estos relatos, que transitan entre el realismo y la fantasía, enfrentan a sus personajes con esa obsesión que nuestra sociedad ha cincelado con esmero: la del éxito y el fracaso, y dan cuenta de la maestría que Guadalupe Nettel ha alcanzado en este género.
«Nettel es libre. Ha luchado tenazmente, ya desde su primer libro, por eliminar los dogmas trillados y las verdades heredadas, y su mérito es notable: bajo los cielos más encapotados, ha sabido sacar adelante un discurso narrativo propio, una singular y audaz forma de estar en el mundo» (Enrique Vila-Matas).
«Prodigioso talento» (Inés Martín Rodrigo, ABC).
«Una de las voces más originales de la literatura latinoamericana» (Véronique Rossignol, Livres Hebdo).
«No pierdan de vista a Guadalupe Nettel» (Carlos Zanón, El País).