Son dos las preocupaciones centrales de esta obra. Quizá la principal es dar cuenta de que el mito de los gemelos Sol y Luna, registrado entre los pueblos originarios de Oaxaca, constituye una tradición narrativa vinculada con la milenaria macrofamilia lingüística otomangue. El autor lo considera como un sustrato arcaico de las cosmologías mesoamericanas de la época del contacto. Entonces propone que el Sol y Luna constituye un modelo referencial de la gemelidad, entendida como un principio básico de la dualidad cosmológica y social, ya que no existe mayor exhibición de la dualidad ofrecida a la percepción humana que la existencia del día y de la noche.