Maldeniña se sitúa en un pueblo minúsculo, que "no es más que dos hileras de casas como dientes torcidos en la boca de un loco, un pueblo querido a ratos, que no existe en el mapa", un pueblo en el que no pasa nada más que una carretera, con sus camiones y forasteros. Este pueblo y sus habitantes son testigos de la soledad de Isa. En la habitación del hotel ruinoso en la que vive con Papá, Isa hace recortes y dibujos de la casa que desearía compartir con él, pero Papá cada día está más ausente. No la mira, no la mima. Mientras, ella hace mandados, ayuda con el quehacer, evita a su tía José -quien parece querer llenar su vacío con ella-, aguanta un dolor de barriga y, sobre todo, espera a Papá.
En esta novela, los silencios se convierten en un canto a la desolación, al desamparo, a la rareza de sus personajes y al lenguaje. Lorena Salazar Masso vuelve a conmover e impactar a través de una historia potente y una prosa poética y diáfana, llena de candor, desgarro y delicadeza.