Había una vez una joven escritora e intelectual que creó a un mostro que creó a otro mostro. La secuencia paró ahí o la novela habría sido muy larga, pero hoy, dos siglos luego, no hay quien no pertenezca a su estirpe. Mary Wollstonecraft Shelley fue una mente inquieta en cuerpo inquieto para quien, a pesar de estar rodeada por un rosario de muertes cercanas, el amor se convirtió en la libertad definitiva y la mejor forma de abofetear a la sociedad y sus prejuicios.