Quizás como solo David Viñas, es decir como nadie en la actualidad, Martín Kohan viene llevando a cabo una reflexión sobre lo popular y los mitos argentinos, sin dejarse atrapar jamás por ellos. Kohan no piensa lo popular como un entomólogo, sino al contrario, como alguien que se fascina con enchastrarse en el barro de lo nacional. Su obra vive en ese mundo, sin tener un ápice de populista. Hay en él una bienvenida enseñanza sobre qué significa ser hoy de izquierda en Argentina. Antes fueron la pelea Firpo-Dempsey, la dictadura, las guerras argentinas, el Nacional Buenos Aires, la estancia de Esteban Echeverría, la iconografía de Evita, San Martín. En Ojos brujos es el bolero y sobre todo el tango: nada de lo nuestro escapa a su sensibilidad de intelectual, que en un mismo movimiento cruza a Walter Benjamin con una prosa de estilista, a la autobiografía solapada con un conocimiento riguroso.