El estudio de las pasiones suele ser más propio de la literatura que de la historia. Aunque pueda reconocerse que son las pasiones las que mueven a los hombres y las mujeres, la disciplina de Clío tradicionalmente ha privilegiado la razón y las estructuras. Sólo muy recientemente se ha cambiado la mala imagen de las pasiones y, al menos, en la disciplina histórica, se las considera una clave para comprender los valores sociales y culturales de toda sociedad. Las pasiones, las emociones y los sentimientos son construcciones culturales, reguladas y controladas por las leyes y las costumbres. Pero también conviene decir que otra gran novedad historiográfica es el interés por el estudio de las emociones como experiencias, como vivencias. El título del libro Pasiones Sangrientas obedece, principalmente, a los crímenes pasionales que se estudian en su primera parte. Los casos de María Teresa de Landa en México, Euclides da Cunha en Brasil y Jorge Zawadzky en Colombia, no sólo escandalizaron y conmovieron las sociedades de inicios del siglo XX, sino que fueron oportunidad para cuestionar valores tradicionales. En Pasiones Sangrientas se privilegia el método microhistórico, que recorta el espacio y el tiempo, como en un juego de escalas, para analizar con mayor detenimiento y profundidad los aspectos visibles e invisibles de los sucesos y los acontecimientos. El libro aborda una variedad de emociones, por supuesto está el amor pasional, pero también, el odio, la rabia, la humillación, la codicia, los miedos, las vivencias emocionales desatadas en los conventos y los anhelos de libertad.