Con una escritura alegórica, marcadamente simbólica, la novela presenta una reflexión sobre el mito de la tierra prometida. Un grupo de migrantes huye de la guerra y de las atrocidades. Hambrientos, desolados, deshumanizados, pero aún conservando vestigios reconocibles de su civilización (modos de vestir, códigos de honor, la división entre hombres y mujeres, estas últimas revelando un estado de sumisión e inferioridad frente a aquellos), se desplazan a través de un desierto (literal, pero también con una fuerte carga metafórica) hacia un mar que los lleve a Europa. Un anciano ciego, un hombre sin un brazo -despreciado por el grupo por ser un traidor-, un niño visionario y una mujer-fiera son algunos de los personajes simbólicos de este pueblo (¿Tenían patria? Al menos, tenían un pueblo, se puede leer en determinado momento) rodeado, asediado, que se reinventa en medio de los escombros. n bailarín en la batalla cuestiona profundamente las heridas abiertas que el sueño de emigrar a Europa deja en los habitantes de sus periferias más pobres y azotadas por la violencia, tras un recorrido a pie que, a fin de cuentas, constituye en sí un nuevo comienzo.