En este diario de un genio, la voz de Leonardo nos invita a recorrer su mundo más íntimo: sus obsesiones, sus inventos, los encargos artísticos de los monarcas, la rivalidad con Miguel Ángel, la génesis de La Última Cena, los encuentros con la Mona Lisa, de los que nacería ese ícono pictórico de belleza y sensualidad: «Había aceptado pintar el retrato de una dama cuyo rostro era de otro mundo [
]. Para contentarla y hacerla sentir a gusto, contraté a un grupo de juglares para que, en su rostro pero sobre todo en su corazón hubiera siempre una sonrisa».
Con destreza inigualable en el manejo de la tinta, Ralph Steadman recrea la atmósfera artística y la situación política de su tiempo, a la par que, con trazos cargados de fino humor, da vida a los personajes más influyentes en quien ha sido considerado como el modelo de sabio renacentista. Stedman desarrolló una gran obsesión por Leonardo, fijación que lo llevó a pintar su propia versión de La Última Cena en la pared de su dormitorio; a construir una máquina equivalente a la de Leonardo, que logró alzar el vuelo; y a recorrer aquellas ciudades y paisajes italianos transitados por Da Vinci, tratando, así, de imaginar cómo era habitar la mente imaginativa de un espíritu sin límites. Inmerso en la creación del libro, Steadman dijo: «Me convertí en Leonardo. Sin tener que leer a Kenneth Clark».