"En algún momento en Zumbido encontré una música. Por eso hay una reflexión sobre el sonido y sobre los ruidos".
Una pareja de desconocidos se adentran en la oscuridad de una ciudad sin nombre. A medida que avanzan encontrarán en su camino un árbol que canta, un perro del infierno, un negro luminoso, un pastor de los cañaduzales y su culto a punto de colapsar. Andarán en círculos, comerán los frutos silvestres de la noche, entenderán que tienen una misión, pero no recibirán instrucciones en este viaje sin retorno.
Sueño o pesadilla, la cualidad onírica de Zumbido nos subyuga y la elevación de su lenguaje nos transporta a una zona insospechada, a una región de lo intangible dentro de la que todo es posible. Como si Caravaggio hubiera decidido hacer su versión de Las Tentaciones de San Antonio, no podremos estar seguros de nada: volveremos las páginas intentando encontrar una luz, sacudiremos el libro en busca de sus claves
Una cosa es cierta: no seremos los mismos después de leer esta novela.