ABaudelaire no es un autor para soberbios. A todos aquellos que tienen una alta concepción de sí mismos, su obra los irrita, los incomoda, los enfurece. Y con justa razón, pues no era otro el efecto que deseaba provocar en sus lectores. Había allí, en ese retrato repulsivo con el que puso en evidencia la miseria social y espiritual de la civilización moderna, una violenta acusación contra una sociedad infatuada de sí misma, un implacable juicio que aniquilaba todos los discursos filantrópicos con los que se engalana la voracidad insaciable de los hombres. Pero Baudelaire es también aquel que ?lanza una luz mágica y sobrenatural en la oscuridad natural de las cosas?. De ese Mal que considera irremediable, de ese mundo en ruinas que se vislumbra en sus poemas, el poeta supo arrancar la belleza que se esconde detrás de una humanidad doliente, aquella que sufre y llora de tener que seguir viviendo, como si desde la verticalidad de la caída se contemplara mejor la inmensidad del cielo.