Como haber visto el primer vapor por el Magdalena abriendo aguas una mañana; el primer tren en trote lento que recogía pasajeros por nuestras montañas; el primer automóvil ganándole el paso a las mulas por calles empedradas: mezcla de fascinación y temor, de admiración y algo de superstición, quizás eso debieron sentir los colombianos al ver los vuelos de la Compañía Colombiana de Navegación Aérea (CCNA) cuando inició operaciones en 1919. Era la modernidad que llegaba por el aire, era la màquina voladora, con su presencia de monstruo fantástico, que venía a inaugurar una época, un siglo y una manera de vivir.