El filósofo alemán Odo Marquard proponía la siguiente paráfrasis de una célebre cita kantiana: «La filosofía sin experiencia es vacía, la experiencia sin filosofía es ciega». ¿Tal vez para escribir sobre la experiencia con drogas se requiera de un estilo distinto al de los sistemas filosóficos dominantes? ¿Y para ello la literatura sea un manantial de experiencias?
Estas confesiones no tienen el propósito de animar al consumo de drogas, pero tampoco a desalentar a quien se le antoje probarlas. Siguen la máxima de Elias Canetti: entablar el diálogo con el interlocutor más cruel que no es sino uno mismo. Debemos prepararnos para la posibilidad extrema de que la filosofía sucumba como materia de enseñanza e imaginar de qué manera el amor al saber siga subsistiendo en la sociedad venidera.