«Mi cuerpo va a ayudar a mi cabeza: no estoy dentro de un libro que escribí».
Ricardo Lísias escribe porque presenció su propia muerte, escribe mientras corre porque no sabe qué hacer con la rabia, escribe porque un grupo de periodistas le dijo que no lo hiciera, que no escribiera más. Escribe porque la elite brasileña lo amenazó con hacer justicia, escribe porque su exesposa lo destruía en su diario mientras él dormía. Ricardo Lísias narra este libro porque después de cuatro días sin dormir, creyó que había muerto y debe escribir para recuperar la piel.
Después de haber encontrado el diario de la mujer con la que se casó, el narrador de esta historia hace una reconstrucción ficcional de su memoria. Cada capítulo de Divorcio es un kilómetro que corre para transpirar la rabia y entender lo que él llama el derrumbe. En cada zancada, Lísias repetirá una y otra vez las frases del diario, repetirá las razones por las cuales cree que se casó con ella y desdibujará todo contorno de lo ficticio para llegar, finalmente, a la realidad: solo en la literatura podemos ser libres.