En sus páginas, que recorren día a día la vida de José Saramago durante 1998, hay apuntes personales, sí, pero sobre todo hay reflexiones e ideas sobre su postura cultural y ética. Ahí radica, sin duda, su excepcionalidad: en ellas el lector descubre que la manera de entender el mundo de Saramago -siempre desde la perspectiva del ser humano, siempre desde la sensibilidad hacia los desfavorecidos, los vulnerables, los oprimidos por el sistema- es hoy más necesaria, más urgente que nunca. Su voz nos llega invariablemente viva porque, como él intuía, el tiempo es una tira elástica, y estar cerca o lejos solo depende de la voluntad.
Cuando se cumplen veinte años desde la concesión del Nobel, ve la luz este diario -tal como José Saramago lo dejó escrito- junto con las conferencias que impartió en 1998, un año que cambió para siempre la vida y la obra del autor.