El precepto roto es, en palabras de Natsume Soseki, la primera novela digna de tal nombre escrita en la era Meiji, una obra rompedora en su tiempo que, por primera vez, mostró a los lectores la cruda realidad del nuevo Japón, un país que se miraba en Occidente pero que aún arrastraba el lastre del rechazo hacia algunos de sus propios ciudadanos: los etas o parias de Japón.
La denuncia social en El precepto roto es despiadada. Ningún estamento de prestigio se libra: políticos amorales, funcionarios insensibles y corruptos, monjes lujuriosos; corrupción, envidia, vanidad. En una sociedad así, no hay sitio para personas como su protagonista Ushimatsu Segawa. Un joven maestro de escuela que se debate entre el deseo apremiante de autoafirmar su verdadera identidad y la promesa que lo ata al precepto inculcado por su padre: «No se lo digas a nadie».
Shimazaki Toson describe con realismo la lucha agónica en pos de la liberación personal de un joven maestro que camina a tientas en medio de las tinieblas que representa el inhumano atavismo de la sociedad que lo rodea.