El último de nuestros tíos es un libro de poesía escrito en la etapa de plena madurez de su autora, que profundiza en sus obsesiones de siempre: las complejidades e ilusiones de la vida doméstica, la familia, el matrimonio, la maternidad, el dolor y la muerte, siempre desde la perspectiva de una mujer irónica y tierna, sensitiva y culta. Con un tono sobrio, desasido y estoico, Pastan disecciona la herida que queda tras la pérdida de un ser querido, haciendo inventario de cuanto el tiempo arrastra a su paso, de la difícil transición entre generaciones y de los fantasmas que habitan nuestro vacío.
La poesía no es un código que haya que descifrar, sino una forma para ver con los ojos cerrados, de producir cortocircuitos entre las conexiones habituales hasta que leona y rodilla llegan a ser lo mismo. Aunque no es una cura, puede ofrecer consuelo, de la misma manera que una sábana fresca consuela al cuerpo moribundo; de la misma manera que un vaso de agua fría bien puede ser una estación de paso en el inevitable camino de la sed. Un vaso de agua fría