Enya es una de las mayores artistas superventas de la historia, y a la vez una figura maltratada desde sus inicios por la crítica musical. Canciones como «Orinoco Flow» y las del resto de su repertorio - que Chilly Gonzales define, acertadamente, como versiones actualizadas de la canción de cuna-han enamorado a millones de personas en todo el mundo, y aun así todavía podemos encontrarnos a un gran número de personas que, por miedo a recibir una burla o reprimenda no se atreve a confesar públicamente su afición por discos como Watermark.
Esta circunstancia es la que lleva al autor a plantearse una pregunta crucial: ¿tiene la música que apelar a la inteligencia, o simplemente basta con que vaya directa al corazón? ¿Es mejor la música ingeniosa y compleja, o el mayor placer podemos extraerlo de la más eficaz simplicidad? Enya no es exactamente un libro sobre Enya -es decir, sobre su vida y su carrera-, sino acerca de las emociones profundas y duraderas que su música ha provocado en Chilly Gonzales, que aprovecha la circunstancia para abordar el misterio de la música en toda su complejidad. Enya, al fin y al cabo, es el señuelo a partir del cual poder hablar de la importancia de las melodías, de las emociones sin coartada, y justificar su defensa apasionada del efecto balsámico que estas provocan. Un placer (no) culpable, por tanto, del que no debemos avergonzarnos, pues es fuente de placer y de felicidad.