"Desde Cicerón, e incluyéndolo a él, los viejos no han logrado decir nada definitivo sobre la vejez. No logran contarla. Acaso porque hace parte de ella el cansancio. El verdadero viejo, digamos uno de cien, está tan cansado que lo único que quiere es descansar y no hacerle favores a nadie explicándole cosas. En Escombros no. El viejo maldiciente de este libro estará loco, pero lo que dice me deja maravillado. En todo tiene la razón. Le estoy muy agradecido por su escombrera, se me hace una suma de sabiduría, me disipa muchas incertidumbres, ya sé lo que me espera cuando envejezca, la recomiendo ampliamente".
Margarito Ledesma