¿A dónde va ese ser, Alea, que parece navegar por azar hacia ninguna parte? Intenta buscar vida en un desierto de agua, restos o vestigios de lo que ya no existe ni en la tierra ni en el mar, ni en su pasado ni en su presente. En un barco sin nombre, recorre una ribera costera que, como la memoria, ha sido labrada por el desgaste. Tras un tiempo a la deriva, aparece una única coordenada en el mapa: cabo Tiburón, ese punto limítrofe donde el Caribe colombiano se difumina en selva. El reto es llegar, pero la vida fue hace mucho y no se sabe cuánto deterioro resista un cuerpo diezmado por el hambre.