Linaje de pobres y abandonados, los varones asumen como propios los odios paternos. Marciano Miranda y Pajarito Tamai actúan la coreografía y repiten las palabras que los hombres dicen. El coito, la pelea, el resentimiento. Sin embargo, aun en esas tramas culturales aparentemente rígidas, el amor y el deseo toman sus propias formas.
En Ladrilleros, Selva Almada crea con extrema delicadeza personajes complejos: inteligentes, fieros, desencantados, vitales, hasta tiernos. El mundo masculino despliega en esta novela portentosa sus secretos y pone en cuestión sus arcaicas rutinas. La autora evita la indulgencia, tampoco los condena. Escucha sus diálogos, despliega el paisaje del litoral que habitan y respira el aire caliente de la atmósfera. Reconstruye sus historias al tiempo que les da la libertad para desobedecerlas. Del parto a la muerte, parece sugerir, no hay un solo camino.