No fue penal ofrece dos versiones de una misma jugada. En forma dramática, ese lance une a dos amigos que el destino convirtió en enemigos. El Tanque dirige un equipo que descenderá a segunda división si pierde el partido. Desde su pequeña prisión de director técnico, enfrenta algo más que el marcador: su futuro y su pasado están en juego. Con la garganta hecha trizas, lucha contra la torpeza de sus propios jugadores y las decisiones del árbitro. Mientras tanto, es observado por Valeriano Fuentes, el examigo con el que compartió una tragedia que cambió sus vidas y que ahora está a cargo de la implacable justicia del VAR.
Durante años, Juan Villoro, ganador del Premio Internacional Manuel Vázquez Montalbán por Dios es redondo, ha escrito crónicas y ensayos de futbol. Esta vez se sirve de dos narraciones complementarias para contar una historia sobre la pasión deportiva, la hermandad y sus rivalidades, y para explorar la condición teatral de quienes intervienen en el juego desde fuera de la cancha.
Las jugadas polémicas dependen de quien las mira. No fue penal pone en escena una desconcertante condición del deporte: lo que para unos es legítimo, para otros es un agravio.
El partido se detiene y la acción es revisada por el VAR. ¿Cuál será la sentencia? Dos historias muy distintas explican ese inquietante momento de decisión