Cuando Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy hablan de la «política como ficción», no quieren dar a entender que este sea un ámbito propicio para la mentira y los embustes. Antes bien, lo que ambos trataron de pensar conjuntamente a comienzos de los años ochenta del siglo XX, periodo de intensos debates en el dominio de la filosofía y la teoría políticas, es que no hay política sin figuras, esto es, sin representación y, por tanto, sin su consiguiente ejercicio de invención. L
a pregunta en la que ambos indagan, conjunta y separadamente, con coincidencias, pero también con discrepancias, es si esa necesidad de figuración implica configurar identidades cerradas y excluyentes que, como en el caso de la «comunidad», requieren de escenarios en los que los sujetos políticos se enfrentan entre sí, a veces con la intención de llegar a acuerdos, otras demasiadas para tratar de aniquilar al otro.