Rica y rota. Retirada prematuramente tras una carrera deslumbrante y encerrada en Riverview, la casa de mis sueños, en el condado de Oxfordshire, pero sin amor, sin amigos y despreferida por mis hijos, que han optado por irse a vivir a San Diego con su padre». Así se describe Sara al intentar rescatar a Andre, su amiga de infancia en Medellín, a la que dejó de lado cuando empezó a triunfar como alta ejecutiva: «... Avergonzada por no haberte contestado tantos mensajes, aproveché un cambio de celular para apartarte de mi vista, de mis notificaciones, como quien guarda en un baúl una muñeca rota».
Con la franqueza desgarrada con la que solo se habla a una verdadera amiga, Sara recorre su despreocupada vida de estudiante en Madrid; luego, los años trepidantes que pasó entre Boston, Londres y los salones ejecutivos de aeropuertos internacionales, y llega hasta el último año, que ha transcurrido como un río a veces sereno y otras agitado y que ha vivido en Cumnor, una aldea encantadora en la campiña británica donde ha descubierto a través de sus singulares habitantes qué hay en su corazón. «Andre, solo alguien como tú puede ayudarme a seguir adelante, a volver a creer que me queda vida aquí dentro, que podemos ser felices como entonces, pero en este lado. Hoy, aquí, ahora».