La propuesta literaria de Harold Kremer se conoció en los años ochenta cuando leímos sus primeros cuentos. Uno de ellos, «La noche más larga», ganó un premio nacional y fue la confirmación de que se trataba de esos buenos casos en los que el escritor tiene un mundo propio que poco a poco habrá de salir a la luz ante los ojos de los lectores. En estas tres décadas ha publicado cuentos que por su extensión podrían clasificarse en dos bloques: los cuentos cortos y los otros. Pero sería una manera muy simplista de leerlo. Preferimos hablar, por un lado, de los cuentos que se mueven en el terreno de la fantasía, al mejor estilo de las narraciones orientales, y por otro lado las historias que muestran a personajes desolados, abatidos por la rutina del trabajo y del sexo. Seres estos últimos sin mayores esperanzas. Condenados a seguir un destino sin posibilidad de cambiarlo. Los minicuentos le han dado un nombre a Kremer en la literatura latinoamericana.