Helena evita las cartas de su madrastra mientras se acostumbra a los aromas de su nuevo barrio. Aurora, muchos años después del suicidio de su hija, busca una lámpara con la cual alumbrar los cuartos de su casa vacía. Chela se busca en las fotos de la niña a la que ha criado desde pequeña. Isabella le escribe una carta a su hermana Irene, pidiéndole perdón por no haberla defendido durante la infancia. Paulina, su madre, se queda encerrada en una terraza en la que termina por descubrir su propio cuerpo.
Margarita Cuéllar Barona nos ofrece una novela con relatos fragmentados, una genealogía de cuidados que persigue, como en un tejido, cada uno de los hilos que conforman a una familia. Estas mujeres habitan el mundo de una forma diferente que termina por trenzarse y heredarse en formas del amor, el amor del que somos capaces más allá de los agravios, ese que cura las heridas que nos han hecho quienes más nos aman.