Desde hace más de dos milenios, el paraíso terrestre, el Jardín plantado por Dios en Edén, ha sido para el mundo occidental el paradigma de toda posible felicidad sobre la faz de la tierra. Sin embargo, también es el lugar de donde el ser humano fue expulsado de manera irrevocable. Por un lado, todos los sueños revolucionarios de la humanidad pueden ser vistos como el incansable intento de volver al Edén, desafiando a los guardianes que custodian el acceso; por el otro, el Jardín es una especie de traumatismo fundacional que condena al fracaso toda búsqueda de la felicidad en este mundo. En ambos casos, el paraíso es en esencia un paraíso perdido y la naturaleza humana algo incompleto.
A través de una crítica minuciosa de la doctrina agustiniana del pecado original y de una apasionante relectura del Paraíso dantesco, Giorgio Agamben trata de pensar el paraíso terrestre no como un pasado perdido ni como un futuro por venir, sino como la imagen siempre presente y actual de la naturaleza humana y de la justa morada de los hombres sobre la tierra. Un paradigma político que se debe articular y distinguir del Reino milenario, que ha sido el modelo de toda utopía. Si sólo el Reino puede dar acceso al Jardín, sólo el Jardín permite pensar el Reino.