En un originalísimo movimiento de interpretación y recreación de la historia de una artista y su compleja relación con el medio provinciano donde trabajó, La carne del mundo trabaja con la apropiación de una vida ya narrada y unas obras ya leídas. Allí está, entonces, el principal mérito de una obra que no resbala por la superficie de la imagen y, antes bien, la penetra para desmantelar sus estereotipos. La artista Débora Arango aparece como una construcción literaria que supera la leyenda y la anécdota tópica, los mitos de formación y las convenciones verbales sobre el arte. De la obra pictórica, que Estefanía López se esmera en desentrañar y "traducir", a los seres históricos que las rodearon, se van sacando los hilos que se cruzan en el relato. No deja de ser significativo que la literatura antioqueña se demorara tanto en producir una novela a la altura de los desafíos críticos y estéticos suscitados por una de sus mejores artistas. Para felicidad del lector, de la lectura surge ahora una Débora enteramente nueva: la que solo puede ofrecemos la empatía de la ficción.