La autora relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras.
En medio de un invierno helado en Nueva York, una cronista siente que la historia de su vida se le escapa de las manos y es asaltada por la nostalgia de su Cartagena natal. Sobrevuela sus recuerdos, la temperatura de su tierra, su salinidad y su ritmo cardíaco, para lograr en esta crónica en primera persona un paralelo entre la crianza cartagenera de los ochenta y los noventa, y el devenir político de una ciudad colonial, clasista, racista y corrupta desde su fundación. La autora hace un mapa mental que sobrepone al físico, relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras.