«En Baudelaire (París, 1821-1867) la belleza es una máscara con la que se cubre y a través de la que expresa sus preocupaciones, sus sentimientos y su continua incomodidad con todo lo que lo rodea. Del cielo o de infierno, de Dios o de Satán, ¿qué importa de dónde venga? Si Victor Hugo había manifestado que lo sublime es la unión de lo espantoso con lo bufonesco, Baudelaire no se queda atrás y encuentra lo bello entre lo sagrado y lo demoníaco, entre el miedo y la seducción, entre en vicio y la virtud. La fealdad, la imperfección, la distorsión es el principio de belleza. Más parece que Baudelaire busca la provocación y espolear a sus contemporáneos, soliviantar sus preceptos morales y sus costumbres burguesas que implantar unas nuevas exposiciones éticas. Pero no son estos los conceptos sobre la belleza que hemos heredado de Baudelaire, sino los que testimonian que es el primer poeta urbano, que la verdadera belleza está en las calles, en la gente, en el discurrir diario de los individuos, que lo bello es lo artificial, la vida cotidiana. Esa es la concepción de la estética de Baudelaire que nos interesa y la que ha prevalecido».
Jesús García Sánchez