Cuando Darío I el Grande ascendió al trono, el gigantesco Imperio persa de la dinastía aqueménida se
extendía desde Asia Menor hasta el norte de la India. El famoso rey decidió levantar una gran capital acorde con tan
vasto reino: Persépolis. Hoy, los vestigios de la que fue una de las ciudades más majestuosas del mundo antiguo todavía
se alzan a los pies de la sagrada montaña Mitra.