Muerto el perro NO se acabó la rabia.
Al terminar este libro sagaz y documentado, al lector le vendrá a la cabeza la refutación instantánea del famoso refrán. Porque Abel Basti revela aquí un entramado que surgió luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en el que los nazis que cruzaron el Atlántico fueron funcionales a los planes de los Estados Unidos, sosteniendo con conocimientos bélicos, industriales y financieros el fantasma de una nueva gran contienda (la Guerra Fría, para el caso) que amenazara a la humanidad por un lado y generara ganancias siderales con la venta de armas, la industria química y el negocio del tráfico de drogas.
Basti ilumina una trama en la que, cómo no, aparece Adolf Hitler moviéndose libremente por distintos países de Sudamérica, pero también los grandes grupos del poder mundial, políticos que en teoría fueron los grandes héroes de la posguerra, y hasta las más importantes casas reales europeas.
Estos sucesos fueron posibles en un marco de impunidad pactado en la cúspide del poder internacional, una red que parece ficción pero es muy real, y que dejará sin palabras a aquellos que recién ahora comiencen a descubrir cómo una confabulación de semejantes características fue articulada en secreto, para que nunca se supiera la verdad y para que siguiéramos pensando que, bueno
muerto el perro se acabó la rabia.