En 1981 Michel Foucault dicta un curso en el Collège de France que marca una inflexión decisiva en su derrotero de pensamiento y el proyecto esbozado en 1976 de una historia de la sexualidad. En ese momento, las artes de vivir se convierten en el núcleo de sentido a partir del cual podrá desplegarse un nuevo pensamiento de la sub- jetividad. Y también en ese momento, Foucault proble- matiza una concepción de la ética comprendida como la elaboración paciente de una relación de sí consigo mismo. El estudio de la experiencia sexual de los antiguos permi- te esos nuevos despliegues conceptuales. En ese marco, analiza escritos médicos, tratados sobre el matrimonio, la filosofía del amor o el valor pronóstico de los sueños eró- ticos, con el fin de encontrar en ellos el testimonio de una estructuración del sujeto en su relación con los placeres (aphrodisia) anterior a la construcción moderna de una ciencia de la sexualidad, y anterior, asimismo, a la obse- sión cristiana con la carne. La apuesta consiste, efectiva- mente, en establecer que la imposición de una escrupu- losa e interminable hermenéutica del deseo constituye la invención del cristianismo. Pero para ello, era importante recuperar la especificidad irreductible de las técnicas de sí antiguas. En esta serie de clases, que anuncian con claridad El uso de los placeres y La inquietud de sí, Foucault examina en particular el primado griego de la oposición activo/pasivo sobre las distinciones de género, así como la elaboración encarada por el estoicismo imperial de un modelo de lazo conyugal promotor de una fidelidad inquebrantable y sen- timientos compartidos y conducente a la descalificación de la homosexualidad.